martes, 1 de marzo de 2011

LO QUE NOS SOBRA

El otro día me sentí contenta porque descubrí que en Barranquilla había una Sociedad Protectora de Animales. Una señora muy simpática me regaló una calcomanía pequeña con los teléfonos para que la pegara en la tapa de mi celular (en ese tiempo, un Motorola C115). No mucho tiempo después, frente a mi casa, un carro que iba a toda velocidad atropelló a un perro callejero, le pasó por encima, le abrió una brecha en el vientre que casi lo parte en dos, frenó. El conductor se bajó y, al verificar que el perro no traía collar, se fue sin mirar atrás. Era la una de la tarde. El sol implacable reflejaba sus rayos en el charco de sangre del perro que, aullando de dolor, se levantó como pudo y trató de buscar sombra en las terrazas de las casas. Los vecinos estaban adoloridos por la suerte del animal, pero ninguno quería un cadáver en la puerta. Así que ese huérfano de las calles se desangraba rápidamente, arrastrando la mitad inferior de su cuerpo sobre el pavimento caliente. No recuerdo si yo estaba con David o con mi hermano. Lo que sí recuerdo muy muy bien es que llamamos a la dichosa SPA para reportar el hecho y solicitar un médico veterinario urgente. Lo que recuerdo mejor aún es que nos dijeron que, al no ser el perro una especie protegida ni en peligro de extinción, ellos no iban a intervenir, que si tanto nos importaba, buscáramos nosotros un veterinario que lo atendiera y lo pagáramos de nuestro bolsillo. ¿Un oso de anteojos es más valioso que un perro? ¿Bajo qué criterio un perro callejero no es un animal que merezca protección? Por supuesto que subimos a buscar un directorio y tratar de conseguir un veterinario. Para cuando lo logramos, el perro ya se había ido, lenta y dolorosamente, a sufrir su muerte en un lugar donde la limpieza de las baldosas fuera menos relevante que la sangre que se escapa de las venas de un ser vivo.

Ahora está de moda la muerte de la lechuza del Estadio Metropolitano, caída sobre la cancha por enfermedad o herida, golpeada por accidente con el balón del juego y PATEADA con toda intención por Luis Moreno, jugador del Deportivo Pereira. Espero que en esta oportunidad la SPA haga honor a su nombre y aproveche el escenario actual para exigir y gestionar el endurecimiento de las penas por maltrato animal y el diseño de mecanismos reales para la aplicación de la ley. El jugador del Pereira agredió a un animal indefenso (por cierto, un ejemplar de una especie protegida) durante un evento deportivo y en televisión nacional. Pero no lo expulsaron del partido, ni siquiera recibió una amonestación verbal, y se fue de la ciudad muy campante, luego de firmar una sencilla acta de compromiso. ¿La razón? En Colombia no existen normas claras y duras que sean aplicables para castigar ese tipo de conductas. Pues, Dios quiera que el deceso de esta lechuza no sea en vano y que su caso traiga cambios que mejoren la calidad de vida de otros seres.
Sé que este tema pasará pronto y más tarde se estará hablando de fiestas y reinados, como siempre. La tristemente célebre lechuza pudo haber muerto por enfermedad, por vejez o por cualquier otro motivo. Sólo una cosa es segura: no merecía ser golpeada. Y no deberíamos olvidarla. Algunos se han indignado por la atención que ha recibido este asunto, afirmando que deberíamos centrarnos en los problemas de la sociedad humana. Sin duda tenemos muchos problemas y muy graves. Pero, ante todo, padecemos una profunda falla en nuestros valores, prioridades y perspectivas. Para iniciar una guerra, violar a una mujer, poner una mina antipersona, robar el dinero con el que se va a construir un hospital o apuñalar al hincha del equipo contrario se requiere, entre otras cosas, lo mismo que para desangrar lentamente a un toro, disfrutar el espectáculo de dos perros peleando a muerte o patear a una lechuza. Se requiere indiferencia por la vida ajena. Se requiere crueldad.

viernes, 4 de febrero de 2011

Y si te digo que mi religión se trata de aceptación y amor, ¿tú me dices que yo no sé qué es la religión?

http://www.minutodigital.com/2011/02/03/una-joven-violada-de-14-anos-muere-tras-recibir-200-azotes-por-su-conducta-inmoral/

Bien, aceptémoslo, esta noticia es horrible. Un amigo mío ha estado suscitando discusión en su muro de Facebook alrededor del tema. Creo que su preocupación está centrada en si debemos dejar que estas cosas sigan pasando en el mundo musulmán o si nosotros, occidentales con formación occidental, debemos adoptar una posición de rechazo. En lo particular, creo que soy demasiado ignorante para intentar juzgar las leyes de Mahoma. Yo no conozco ni siquiera un poquito sobre ellas. No sé si hay excepciones a las reglas, ni siquiera sé si las reglas que estos hombres mencionan existen o tienen vigencia hoy en día. Repito, no sé de eso.

Como no sé, y la verdad ando un poco perezosa, quise dejar el asunto ahí y limitarme a leer los comentarios ajenos. Pero sucedió algo. Un amigo de este amigo expresó que a su parecer esa no era una demostración de religiosidad pues para él la religión es aceptación y amor. ¿La respuesta que recibió? "Lo que tú defines se llama espiritualidad y está bien lejos de la religión."

Pues con esa sí no me pude quedar. Esto es lo que pienso:



Jesús creció como un judío. Conocía las leyes judías, las conocía tan bien que podía discutir con los maestros de la ley. Sin embargo, cuando, en cumplimiento de la ley judía, unos hombres intentaron apedrear a una mujer por adulterio, Jesús les enfrentó y les dijo esa muy recordada frase "El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra".
Yo no sé nada de musulmanes, no sé qué habrá dicho Mahoma sobre una cosa o la otra, pero es evidente que el trato preferencial hacia el hombre que agredió a esta mujer sólo puede estar sustentado en las cosas que los diferencian y el hecho de que no divulguen su nombre completo me hace pensar que es alguien importante o de una familia reconocida.

Sostengo que esta mujer no murió por su religión; murió por los hombres que, escudándose en esta religión, hicieron todo lo posible para impedir que el nombre del agresor saliera a la luz. Y, sin duda, encubrir a un violador es un acto vil y machista que perpetúa la victimización.

Yo tengo mi propia definición de religión, que seguramente nunca va a coincidir con la de otra persona. Para mí, la religión es el complejo de las relaciones que me unen a Dios y los deberes que de ello se derivan. Yo sigo a Cristo. Cristo, que es Dios encarnado, murió en la cruz por mis pecados y triunfó sobre la muerte resucitando al tercer día. Como seguidora de Cristo, mi deber y mi deseo es imitarle (en su actitud) y multiplicar su mensaje, pues Él nos ha encargado la palabra de la reconciliación. Jesús vino a decirnos, entre otras cosas, que nos amáramos los unos a los otros y, como un acto de ese amor, nos perdonáramos mutuamente. Cristo me ama tanto que prefirió morir por mí a que yo tuviera que vivir sin Él. Cristo me acepta así terca y antipática como soy, con todos los errores y males que pueden achacárseme. En resumen, Cristo me ama y me acepta. Así que no sé qué puedan decir los demás, pero mi religión se trata sobre el amor, la aceptación, la reconciliación y el perdón.